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Enfrente, el bello mar y el constante rugido de las olas. Entre ellas, un constante gemido, inaudible desde la playa. Todo "al pelo". Durante el desayuno —que tomaron en la cocina— Greta estuvo muy callada, pensativa. En cuanto a la silueta Pero tan sin sospecharlo Pero la verdad era que no. Aquella fue una noche de luna llena. Quiero que ellos vengan antes, que adelanten el viaje Tengo miedo; estoy muerta de miedo. Pero no. Ya me las va a pagar. Buen susto le voy a dar. Se le van a erizar los pelos Empezaba a acostarse sobre el parquet cuando vio —junto a las zapatillas de su hermano— aquellos pies descalzos, separados de todo cuerpo.

Greta continuaba gritando, aterrorizada. Pronto, estuvo Marvin a su lado. Le sangraba una rodilla. Del asunto de los pies, mejor no hablar. Cuando trataron de escuchar nuevamente el mensaje, no lo ubicaron. Cerraron cuidadosamente todos los ventanales —persianas bien bajas incluidas— y dejaron encendidas las luces de la casa.

A las cuatro de la madrugada del viernes, unos timbrazos insistentes. Los timbrazos continuaban. Muertos de miedo, los hermanos decidieron bajar. Las voces de sus padres casi les provocan un desmayo de felicidad.

Se abalanzaron a la puerta. Quitaron todas las trabas y—finalmente— la abrieron. Y tan lejos. De inmediato, un ruido como de cristales que se parten contra el piso. Se apuraron en llegar a la cocina. Charlaban acerca de lo acontecido, sin darle mayor importancia. Claudia trataba de serenar a su marido. A la media hora, los cuatro se retiraron a dormir siquiera un rato.

Con el oleaje ideal para salir a dar vueltas con los dos kajaks. El padre no los dejaba salir solos. La cabeza, rubia, de pelo abundante y ondulado. La reposera, la revista, los anteojos de sol, tirados en la arena.

El impacto fue terrible Es probable que los rumores en torno de lo ocurrido a la familia Alcobre hayan circulado con rapidez Claro que los padres de Greta y Marvin ignoraban ese detalle De enamorarse. Opinan que se trata de desgraciadas casualidades y que la gente suele ser muy impresionable.

Los dos, desesperados. Esos angelitos se me aparecieron de repente. No voy a olvidarlo mientras viva Con los corazones destrozados, ambos siguieron trabajando como robots aunque ya no le encontraban sentido a la existencia.

En esta obra de solidaridad con los suyos encontraban —a veces— un poco de alivio para su dolor. En total impunidad de su delito. Sin embargo, jugador empedernido, el dinero le duraba lo que un suspiro. No voy a olvidarlo Era como si unas pisadas fueran recorriendo las suyas a medida que caminaba por los andenes.

Por eso, evitaba —en lo posible— viajar en ferrocarril. Pero esa vez no. Ni sentado ni parado. No era posible —ya— dar un paso. Y el hombre lo hizo. El Manga no conversaba con nadie durante las contadas ocasiones en que se acercaba al centro de la villa para hacer compras. No me siento bien. Al llegar al final de aquel pasillo, el espanto. Mi familia me rodeaba. Me dijeron que me despertaba tras haber sufrido una pesadilla. Aunque trataban de disimularlo, estaban muy perturbados.

Como mi padre. Por desdicha —hijo— estuviste prisionero en la casa del Manga, al igual que muchas criaturas de esta villa. Por suerte, llegamos a tiempo para rescatarlos todos de esas enormes telas en las que estaban atrapados.

No fue complicado ubicarla debido a sus grandes dimensiones. Sin embargo, no llegaron a demasiadas conclusiones Es intensamente buscado. Casi todos los pueblos guardan en su memoria incluso lo que no les gusta recordar.

Los vecinos no respondieron al cordial saludo de Timothy. Se limitaron a mirarlo como si fuera la primera vez. No hay que preocuparse por eso. Desde chiquito que todos los domingos voy al oficio religioso con mi familia Y ahora Esta gente Estaba sujeto a la cama con unos cinturones especiales y una mano le acariciaba el pelo con ternura: vestida como una enfermera, su hermana. Urgente a la ciento uno, por favor.

Mi padre y mi madre Fue tortuoso No tuve valor para completar la frase. Durante el vuelo de vuelta a Buenos Aires; me entretuve jugando — mentalmente— con refranes, al inventarles versiones distintas de las originales.

Los Taira y los Minamoto se lo pasaban luchando por el poder y sus luchas. A cambio de techo y comida, el ciego deleitaba al sacerdote —de vez en cuando— con sus bellas interpretaciones musicales. El sacerdote y su ayudante —tal como un monaguillo— se encontraban en una casa de las proximidades, oficiando un servicio religioso a un vecino que acababa de morir. Ya era pasada la medianoche cuando el ciego continuaba entretenido con su instrumento y el sacerdote no regresaba.

Por eso, Joichi estaba desconcertado y no atinaba a responder. Soy ciego. No hay nada que temer. Por lo tanto, toma tu instrumento y ven conmigo de inmediato. Lo hizo maravillosamente. Su bella voz se elevaba clara y profunda. Durante algunos instantes, continuaron los sollozos tras haber escuchado la terrible suerte corrida por los Taira. Ahora puede retornar a su templo. Nos preocupamos mucho cuando —por casualidad— advertimos que no te encontrabas en el templo.

Y si esta noche vuelve a salir del templo, lo siguen. No por el sonido del instrumento, claro, sino porque alguien lo estaba tocando dentro del cementerio.

Entonces, con la luz de sus linternas lograron ubicar al ejecutante. Alrededor del muchacho y sobre todas las tumbas, los fuegos fatuos brillaban como nunca. Pasmados, los sirvientes se fueron aproximando a Joichi muy sigilosamente.

Convencidos —ya— de que Joichi estaba embrujado, los hombres lo tomaron —entonces— de las manos y de los pies y —a la fuerza— lo cargaron para llevarlo de vuelta al templo.

Temo que corres peligro. Entre sollozos. Ellos intentan arrastrar a los vivos hacia su infinita morada. Porque tu cuerpo vivo es lo que se necesita proteger con urgencia. Enseguida, entintaron sus pinceles y empezaron a trazar los signos de un texto sagrado sobre todas y cada una de las partes de su cuerpo: sobre su cabeza rapada, sobre su cara, su cuello, sobre pecho y espalda, piernas, brazos, manos, pies We see that javascript is disabled or not supported by your browser — javascript is needed for important actions on the site.

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