El fantasma del vuelo 401 download


















Estaba cerca del Dique 67A. El viento soplaba a solamente siete nudos. Los jets aterrizaban y despegaban constantemente en Miami. No hay un horizonte bien definido. El viernes 29 de diciembre de vibraba con la euforia habitual de las fiestas. Rosario iba a regresar ese viernes desde el aeropuerto de La Guardia.

El mismo estaba programado para salir de JFK a las nueve de la noche, un vuelo deseable en uno de los veloces y nuevos jets Tristar, el L Los gigantescos aviones eran el orgullo de la Eastern. Y no estaba equivocado. Las cabinas de pasajeros eran lujosas y acogedoras. Los pasajeros llegaban a sentir lo mismo. Las cabinas eran espaciosas, suaves las luces y el decorado discreto y de buen gusto.

El primer oficial Albert Stockstill, conocido como Bert. El secundo oficial. Una de las azafatas del vuelo de Loft desde Tampa. Era abrumadora. Estaba oscuro, era de noche, tarde. Dos amigas suyas, auxiliares de a bordo, fueron inmediatamente a su lado.

Cuatro e. En la placa tomada salieron alegres y tranquilos. Las dos muchachas que fueron objeto de esas bromas eran Patricia Ghyssels y Stephanie Stanich, ambas populares entre sus colegas. Era consciente, perfeccionista, y combinaba esas cualidades con un ingenio agudo. Estaba lejos de ser un estereotipo. Era un individuo popular, y un perfeccionista en su trabajo. Stockstill ninguno. La palabra Whispeiliner estaba prolijamente pintada en letras de molde en la cubierta del motor de cola.

Estaba bien atendido. Hubo una cuota numerosa de no shows. El vuelo era sereno y sin incidentes, aunque los carteles de ajustar cinturones de seguridad permanecieron encendidos hasta sobrevolar Virginia Occidental. Los martinis, whiskies, gaseosas, fueron servidos junto con las comidas preparadas. Los vientos eran favorables. A su lado iba su esposa Ann. Ella era empleada de la Eastern, y los dos viajaban con pases de "espacio disponible". Fara, su esposa, trabajaba de secretaria en el sistema escolar del condado de Dade.

Estaban muy enamorados. Rosario Messina, el fabricante de ropa, se consideraba afortunado. Los pasajeros formaban un muestrario de la vida. Fue generoso con los elogios. Trudy Smith. Adelante, en la cubierta de vuelo, todo iba bien. Despejado a US nueve, izquierda. Eastern cuatro cero uno.

Hasta luego. Acabo de iniciar final. No hay humo. El primer oficial Stockstill, en el asiento del copiloto a la derecha, contaba. Hubo un momento de silencio, un breve intercambio de pocas palabras antes de que Stockstill dijera: —No hay tren de aterrizaje delantero.

Pasaron otros pocos segundos. Definitivamente, algo andaba mal con el tren de aterrizaje delantero. Este es Eastern, ah, cuatro cero uno. Nos falta una luz en el indicador de tren de aterrizaje delantero. Suba directamente hacia adelante hasta seiscientos. En este momento pensaba lo mismo. Stockstill hizo un movimiento para subir nuevamente el tren de aterrizaje, pero Loft dijo: —Primero dale fuerza, Bert.

Eso es, muchacho. Subiendo a seiscientos. Uno veinte ocho seis-. Se encontraban directamente debajo de la palanca que sube y baja los trenes de aterrizaje. Don Repo,como ingeniero de vuelo y segundo oficial, estaba entrenado en esas complejidades menores. Pero al mismo tiempo. Bob Loft. Uno veinte ocho seis. Al mismo tiempo Repo ayudaba a Stockstill a revisar la luz de aviso. Yo tampoco puedo hacerlo salir dijo. Vigilando las innumerables minucias de!

Muy bien. Estamos directamente sobre el aeropuerto y y subiendo a seiscientos metros. En realidad, acabamos de alcanzar los seiscientos metros y nos falta una luz verde de nuestro tren de aterrizaje delantero.

Vire a la izquierda enfilando a tres seis cero. Mantenga vectores seiscientos, a nueve izquierda final. Los cinturones de seguridad ya estaban ajustados. Dorothy Warnock estaba frente a ellos en su asiento rebatible de azafata en medio de la cabina. Estaba entre su asiento y el de Dorothy Warnock. El hombre fue inmediatamente a su asiento. Adelante, en la cabina de mando, continuaba el problema de la luz de aviso. A las Obviamente, resultaba exasperante—.

En una cubierta de vuelo atestada, un ofrecimiento de ayuda a veces puede resultar una molestia. Vire a la izquierda tres cero cero. Tres cero cero. Eastern cuatro cero uno—. Vire a la izquierda rumbo dos siete cero. Izquierda dos siete cero elijo Loft. Al diablo con ella -elijo-, al diablo con eso. Eso es todo lo que nos interesa. Hasta ahora no. No encajaba. Rumbo oeste. Tienes que ir al oeste, o Ahora mismo estamos por cruzar avenida Krome.

La altura estaba fijada en seiscientos metros. Este no-necesitaba soltar la correa de su hombro para alcanzar la luz de aviso. El volumen del sonido era muy bajo. De todos modos ,las pruebas no indicaron que las luces funcionaran. Ambos coincidieron. Ahora era tiempo de hacer regresar al segundo oficial Repo v de prepararse para el demorado aterrizaje. En este punto. Donadeo fue hasta la puerta del agujero del infierno. Se cerraron un poco los aceleradores para corregir eso.

Gire a la izquierda, rumbo uno ocho cero. Eran casi las No hubo respuesta directa. Las pantallas de TV controladas por computadoras mostraban las habituales partidas y llegadas. Las caras miraban hacia arriba, esperando. Sonnie Rubin, una pedicura retirada de Miami Norte, se puso especialmente feliz cuando vio que las cifras en la pantalla indicaban que el Vuelo estaba autorizado a aterrizar.

Un nieto estaba en camino. La familia de Para Infantino esperaba pacientemente la llegada de ella y de Ronald. La puerta estaba cerrada. Bob Marquis. Excepto el considerable rugido del motor, la noche estaba serena y herniosa. En la sala de radar debajo de la encristalada torre de control del Aeropuerto Internacional de Miami, Charles Johnson. En ese momento no estaba in debidamente alarmado. Era una respuesta normal, informal, sin signos de nerviosidad.

Es costumbre de los contralores de todas partes no molestar a los pilotos con cosas triviales. No hubo respuesta a su pregunta. Parecieron durar dos o tres segundos. Abajo, en la sala de radar, Charlie Johnson estaba en el proceso de pasar a tarea especial para encargarse de la evidente emergencia. Ahora, si me permite. En el momento en que pasaba por el mamparo todo se puso no gro. Estaba inconsciente. Lo segundo que pudo recordar fue que se encontraba sentado. Sue Tebbs y Adrianne Hamilton ocupaban dos asientos rebatibles de azafatas en la cabina delantera de primera clase, con sus espaldas hacia la entrada de la cabina sobre los costados de babor y estribor, respectivamente.

Sentadas con la espalda hacia proa, iban cara a los pasajeros. Cuando viraron. A su lado estaba el centro de servicio. Estaba extremadamente resbaladizo. Pudo ver lo que quedaba del lavabo. El dolor en su espalda la paralizaba. Junto a ella, en el piso inclinado, estaba Sue Tebbs. Sus pies se apoyaban en el esqueleto del fuselaje abierto. Le llegaban gritos pidiendo socorro.

Hubo un choque atronador y de inmediato el sonido y rugido de un tornado. Pudo ver obje- tos volando a su alrededor. Vio sus propios brazos que se agitaban grotescamente delante de ella. El asiento de Beverly estaba inclinado hacia la derecha, casi encima de ella. Ninguna luz en ninguna parte. El olor del combustible jet estaba en todas partes.

La azafata Mercedes Ruiz. Era sobre personas que se sienten deprimidas durante las fiestas como Navidad. Sangraba por la parte posterior de la cabeza. A Pat Ghyssels. Alzando la vista del libro que estaba leyendo. No quedaba nada de la parte superior del fuselaje.

El piso de la cabina estaba inclinado 45 grados. Su primer impulso fue tomar a su esposa v correr. Una mujer a la que ayudaron a bajar buscaba desesperadamente a su marido. Los Connell trataron de encontrarlo pero era una empresa sin esperanzas en la oscuridad, entre los restos retorcidos, el metal desgarrado y fragmentado y el barro cubierto de agua debajo de ellos.

Dos de las azafatas estaban con el grupo. Pudieron distinguir a otro grupo de sobrevivientes al otro lado de los restos. Algunos gritaban de dolor; otros estaban irritados y encolerizados. Estaba con la espalda en el agua. El dolor en su rodilla derecha era terrible. Y Fara. El pen- samiento de que Fara estaba viva en alguna parte lo impulsaba a seguir luchando por sobrevivir. Su chaqueta v su camisa estaban desgarradas.

En el bolsillo de la chaqueta estaban dos codiciados billetes para el Orangc Bowl Giraba su cabeza a derecha e izquierda, alumbrando con la lamparita un precario sendero. En medio del silencio, se detuvo a escuchar. En el haz de luz.

Algunos muertos estaban sentados erectos, asegurados a sus asientos, dispersos entre la hierba alta. Los gritos y lamentos no cesaban. Agitaban lentamente los brazos. Desde su aerobote. Se alejo hacia un costado. Pero directamente deba-bajo del tren de aterrizaje habla cieno profundo. Empezaron a trazar una tosca tragedia. Caminar era traicionero, especialmente de noche. El copiloto Bill Hodges. Le dijeron que corriera y fuera en el aerobote hacia el lugar del desastre, a unos traicioneros metros.

No obtuvo respuesta. Era un hombre, que estaba con la cara hacia abajo, en el agua. Ahora, con la luz lo suficientemente cerca para que alguien la oyera. Adrianne estaba preocupada por eso. Schneck estaba acostumbrado a cargar combustible en aviones y lo preocupaba el combustible jet. Era un enredo confuso. Estaba muerto. Schneck le dijo que no se moviera. Le dijo que era importante que se quedara quieto hasta que llegaran los socorros.

Abajo, en el agujero del infierno, las voces volvieron a alzarse. Donadeo estaba adelante, con las piernas apoyadas contra un mamparo. Schneck fue entonces otra vez junto a Adrianne Hamilton. Cuando el enfermero Charles W. Schneck fue hasta Adrianne. Radhakrishnan, Religiones orientales y pensamiento occidental.

El mismo mensaje centelleaba en varias pantallas controladas por computadoras, distribuidas en el sector de la Eastern de la extendida terminal del aeropuerto. A medida que la hora de arribo se atrasaba, aumentaba la ansiedad entre los amigos y parientes de los pasajeros.

Didi Welch, de guardia en la Puerta 87, estaba habituada a las demoras. A medida que los minutos pasaban, empezaban a hacerle preguntas. Hacia medianoche. A medida que cada unidad era notificada, la misma notificaba a otras a su vez. Media docena de hospitales de la zona pusieron en marcha sus planes de emergencia ya preparados. Recogieron primero a Sue Tebbs, sosteniendo bien alta la camilla.

Otro grupo de rescate de! El barro era como arenas movedizas. Schneck estaba a su lado. En la cubierta de vuelo hay unos hombres que necesitan asistencia. Schneck no pudo creerlo. Dos hombres trataron de rescatar primero a Donadeo.

Donadeo era pesado. Volvieron a probar. Tuvieron menos problemas con el segundo oficial Repo, aunque estaba obviamente mal herido.

Agitaban las manos lentamente, penosamente, interminablenienre. Mientras Schneek realizaba su macabro trabajo. Ninguno se daba cuenta de su creciente agotamiento. Se hizo una nueva cortadura. Estaba empapada en combustible jet y en agua del pantano.. En la oscuridad, el impulso natural era buscar una luz de cualquier clase. Por supuesto, era desesperante tratar de encontrarla. Tuvo que contenerlo para que no se alejara en la oscuridad del pantano para buscar al padre.

Todo lo que Mercedes recordaba del momento del accidente era un ruido tan fuerte que ella no pudo creer que fuera real. El primer sonido del solitario aerobote de Bob Marquis les trajo esperanza y aliento.

Vio que Infantino temblaba. Era el ex astronauta Frank Borman, recientemente designado vicepresidente de la Eastern. Cada paso era traicionero.

Las comunicaciones eran malas, pero el trabajo de los hombres de rescate era prodigioso. El esfuerzo era arduo v lento. Para todas las organizaciones involucradas, el rescate era la primera prioridad. Era un trabajo complejo y llevaba tiempo. Jim estaba en su escritorio trabajando hasta tarde. Caminando por el largo corredor hacia la Puerta 87, Jim vio la multitud que se arremolineaba alrededor del escritorio del agente de rampa a lo lejos. Didi quedaba oculta por ellos. Era casi como un cuadro vivo.

Hubo gritos como si todos se hubieran vuelto locos en el mismo instante. Cayeron y rodaron sobre el piso. Se golpeaban contra las paredes. Se arrojaban al suelo en histeria total, gritando, llorando, sollozando.

Era como si ellos mismos estuvieran en el accidente. El nombre de su esposo Rosario no estaba en la lista de pasajeros cuando la misma fue por fin preparada y fijada en la pared. No hubo respuesta cuando lo llamaron por los altavoces en el aeropuerto de Nueva York.

Su nombre no figuraba en ninguna lista. Algunos se desmayaban, otros se desplomaban en colapso. Joan, la esposa de Jerry Eskow, aguardaba y oraba. Los ejecutivos de la Eastern estaban confeccionando una lista de las personas que esperaban a cada pasajero en particular.

Anunciaremos los nombres y las ubicaciones de los sobrevivientes a medida que vayan llegando. Otros no fueron tan afortunados. Todo lo que quedaba era el silencio de los muertos. Se alquilaron grandes camiones refrigerados que fueron trasladados a la playa de estacionamiento del hospital. No puedes echarte la culpa de ello. Pero me siento mal Quisiera no tener esas visiones mentales. El retiro de los muertos fue lento. El resto estaba de regular a bien. Un hombre casado que viajaba bajo nombre supuesto con su amante.

Entierran sus muertos en lugares anegados y creen en lo inevitable. La azafata Mercedes Ruiz fue entrevistada en su lecho de hospital, con el cuero cabelludo seriamente lacerado y la pelvis fracturada. Pese a su dolor y sufrimiento, respondieron pacientemente las preguntas que les hicieron los investigadores. Pero ninguna fue capaz de indicar la causa del accidente. En consenso de sus recuerdos era lo repentino, lo inesperado, el choque del impacto llegando sin aviso de ninguna clase.

Recordaba otros muchos detalles. Algunas secciones —como la zona de la cabina y de la cocina— quedaron relativamente intactas.

Hubo 77 sobrevivientes. De estos, 60 fueron casos graves; 17 sufrieron heridas leves, o ninguna. En la fila 33 murieron todos. La oficina de seguridad tiene varias orientaciones que determinan la tasa de supervivencia en un accidente. Empero, 77 sobrevivieron. En los que no lo estaban, muchos pasajeros sobrevivieron porque fueron arrojados lejos del choque a velocidades reducidas. Las pesadillas acosaron a una gran cantidad de sobrevivientes. Las mismas eran vividas, rea es y persistentes con una claridad casi tridimensional.

Las escenas eran tan reales como concretas". Ellos encaran el tema con seriedad y cautela, pero introducen un punto de vista nuevo y moderno en una zona descuidada durante largo tiempo por la ciencia. La de ellos era una familia estrechamente unida. Toda la familia Voy a morir joven y no quiero dejarte".

No creo que sea feliz, en absoluto". Inmediatamente supo que era Rosario. El era popular y querido. La iglesia estuvo colmada. Sin embargo esta era experi- mentada y competente, con miles de horas de vuelo.

El L era entonces, como lo es ahora, un favorito de los pilotos que lo piloteaban. Pero gradualmente empezaron a surgir las sutilezas. Segundo, estaba el problema del autopiloto, que pudo ser una causa muy importante. Dejaba muchas preguntas sin contestar. Este sistema fue fruto del desastre de los Everglades. Pese al recuerdo de aquella noche de diciembre de , las tripulaciones de vuelo y las auxiliares de vuelo apostaban entusiastas a favor de sus horarios.

El entusiasmo no estaba mal fundado. El L era silencioso y amplio. Hombre vigoroso, viril, con patillas semiencanecidas, era popular entre las tripulaciones de vuelo y las auxiliares de a bordo. Lista de Usuarios El equipo. Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 0 invitados. Volver a Thriller. Los datos personales de cada usuario no son consultados.

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